Muchas personas intentan convencernos de que los Acuerdos de Minsk suponen la destrucción de Ucrania y de que su implementación supondrá la permanente influencia de la Federación de Rusia sobre el territorio ucraniano. Quiero hacer un breve comentario al respecto.
El Protocolo de Minsk es un acuerdo internacional imperativo que ha sido firmado por Ucrania tras intentar resolver el conflicto del Donbás mediante la fuerza y ser derrotada en dos ocasiones. A menudo, los medios informativos parecen omitir que las autoridades ucranianas han firmado el documento.
Los Acuerdos de Minsk suponen el reconocimiento, por parte de la Federación de Rusia, de la integridad territorial de Ucrania. Suponen el rechazo, de nuevo por parte de las autoridades rusas, de los referéndums de autodeterminación que se celebraron en las Repúblicas de Donetsk y Lugansk en mayo de 2014. Es un rechazo a la decisión de la población de las Repúblicas populares (89% a favor de la independencia con un 75% de participación). La Federación de Rusia ha impuesto a las Repúblicas, aprovechándose de su dependencia de esta, la firma del documento. Rusia ha apartado a toda figura política contraria a los Acuerdos de Minsk de la esfera política de las Repúblicas, aprovechándose de nuevo de la dependencia de estas para su supervivencia. Los Acuerdos de Minsk son un documento contrario a los intereses nacionales de Rusia.
A través de su implementación, el Gobierno ruso pretende incorporar las regiones de Donetsk y Lugansk a Ucrania con un estatus de autonomía especial. El objetivo es influir en la política interna ucraniana. Debemos de tener en cuenta que el expresidente ucraniano Yanukovich habría ganado las elecciones de 2010 incluso sin los votos de Crimea. Crimea no alteró la geografía electoral de Ucrania, mientras que el Donbás sí.
La conclusión es que los Acuerdos de Minsk son la única forma de conservación del Estado ucraniano. La alternativa es el reconocimiento, por parte de la Federación de Rusia, de las Repúblicas populares y su posible integración, un proceso que «de facto» ya ha comenzado. ¿Qué prefiere Ucrania?
¿Por qué la implementación de los Acuerdos de Minsk no interesa a algunos sectores ucranianos?
El expresidente ucraniano, Yanukovich, ganó las elecciones de 2004 por un margen mínimo. La reacción a su victoria fueron una serie de protestas proeuropeas denominadas «Revolución Naranja». Ante la inestabilidad interna, Yanukovich accedió a la principal petición de la oposición, produciéndose una repetición electoral. Esta nueva votación supuso la victoria del candidato prooccidental Yuschenko, nuevamente por un margen mínimo. La «Revolución Naranja» no supuso un desequilibrio de fuerzas.
Al no existir desequilibrio de fuerzas, Yanukovich consiguió volver a ganar en las elecciones presidenciales de 2010. Las violentas protestas de 2013, que supusieron el derrocamiento de Yanukovich por las «fuerzas proeuropeas», si provocaron un desequilibro de fuerzas. Recordemos que Yanukovich, de una manera similar a 2004, aceptó las peticiones de la oposición para desescalar la grave situación que se estaba produciendo. De no haberse producido «la masacre del Maidan», se habrían producido unas elecciones anticipadas.
El objetivo de las «fuerzas proeuropeas» era romper definitivamente el equilibrio de fuerzas, para evitar una nueva futura posible victoria de las «fuerzas prorrusas». De ahí que se utilizase un ataque de falsa bandera para efectuar un golpe de Estado. El golpe de Estado de 2014 supuso prácticamente la disolución del partido político de Yanukovich y la prohibición del Partido Comunista. Además, supuso la anexión de Crimea, el inicio de la guerra civil ucraniana y las intervenciones de Rusia en el conflicto armado.
Las elecciones presidenciales son ganadas por Poroshenko por un amplio margen. A falta de partidos que les representen, la participación en el sureste ucraniano fue baja. Crimea y el Donbás directamente no participaron en las elecciones. El equilibrio de fuerzas desapareció. Los Acuerdos de Minsk supondrían volver a reinstaurar cierto equilibro de fuerzas («proeuropeas-prorrusas») en la situación política ucraniana. Las elecciones ganadas por Zelensky en 2019 demuestran la importancia del sureste ucraniano para conseguir la victoria electoral.
Se suelen calificar los Acuerdos de Minsk como «un instrumento de Rusia para influir en Ucrania» o «la vuelta de Ucrania a la esfera de influencia rusa». Realmente, supondría volver, aunque no sea de manera completa, a la situación previa al golpe de Estado. También supondría el fracaso del nacionalismo radical ucraniano, con los Acuerdos de Minsk sería bastante complicado construir una «unidad nacional» o una «identidad nacional única». Las políticas de ucranianización serían imposibles de realizar en algunos territorios.
Los Acuerdos de Minsk vetarían para siempre las aspiraciones atlantistas ucranianas. Negar la «influencia rusa sobre Ucrania» es negar la realidad social ucraniana. Básicamente es negar que una gran parte de la población es favorable a mantener relaciones amistosas con Rusia. Ucrania se opone a implantar los Acuerdos de Minsk porque supondría volver a restituir el equilibro de fuerzas previo al golpe de Estado de 2014. Ucrania no necesita un Donbás que le impida realizar sus políticas. Es el miedo a que se produzca de nuevo un cambio de fuerzas.